Día 1 – Aterrizaje

Eva me convoca en el aeropuerto a las 10:30 h. Como de costumbre, yo llego antes de la hora convenida y ella tarde. Así que hago tiempo en «La Dehesa de Santa María», donde me tomo un correcto café con leche, aunque me niego a ingerir nada más ante los escandalosos precios. ¿Acaso han curado el jamón aireándolo con un abanico de plumas? ¿Tal vez la fruta de los zumos ha sido recolectada al alba mientras un cuarteto de cuerda ejecutaba una pieza de Bach? Misterios del escandallo del retail de los aeropuertos.

El breve trayecto desde Barajas hasta La Quinta de Jarama se convierte en una road movie gracias al navegador del coche de alquiler, que sin duda está patrocinado por la Comunidad de Madrid con el afán de animar a descubrir los recovecos de la M-50. Con lo fácil que hubiera sido pillarnos un taxi. En fin.

La tarde discurre a toda máquina. Según avanzan los trabajos de carpintería y electricidad, el escenario del evento se va perfilando. Los mostacitas tomamos posiciones conforme vamos llegando: Heidi el día previo, Eva y yo a mediodía, por la tarde las Mireias y Sara, al anochecer Ibán y Laura.

El gran momento, ¡cha-chán!, llega con las primeras pruebas de la megapantalla panorámica de leds. ¿Que cuándo cenamos? Ni se sabe, hay que ir adaptándose al ritmo del montaje.

Día 2 – Cuenta atrás

En los hoteles siempre duermo fatal: la cama me resulta extraña, los ruidos se me cuelan por los entresijos del sueño y, justo cuando consigo pasar del duermevela al sopor profundo, suena el despertador, ¡flop! Ducha rápida y desayuno completo, el día será largo.

Durante la jornada le van creciendo stands al recinto de La Quinta. Es fascinante cómo se superponen plafones, vinilos y monitores hasta crear un espacio expositivo atómico, anejo a la sala donde se desarrollarán la plenaria y los workshops: el encuentro de posventa de este año es un triplete y nos faltan manos para terminarlo todo.

Se van sucediendo los ensayos y se continúan ajustando las pantallas, los discursos, las proyecciones. La iluminación, el sonido, la disposición del mobiliario. Es un no parar. También hay que reforzar el sistema eléctrico con un generador: el consumo energético es piramidal.

Hay cambios de último minuto. Pedro, que tiene secuestrada a Laura para modificar su ponencia, quiere añadir algún plano nuevo a su cortinilla de presentación, así que Ibán llama a Edu, que está en Barcelona, para que lo busque en alta resolución y se lo pase. Viva la digitalización.

Las horas pasan volando y acabamos cenando en el McDonald’s de al lado del hotel, es tarde y nos puede el agotamiento. Mireia no había pisado ninguno en toda su vida y se pone en modo niña de «El exorcista» en cuanto sabe que nos dirigimos allí. «Esto con Xavi no pasaba», razona Edu por teléfono cuando le confiesa el sacrilegio. Sí, es nuestra primera convención sin Xavi -está de viaje por el mundo en su retiro dorado- y le echamos de menos, snif.

Día 3 – El gran estreno

Todo está a punto para la primera de las tres jornadas de Market Place. Cuando llego con el equipo de organización y el de contenidos -el de producción ya estaba allí-, observo a Sara apostada en la entrada, dispuesta a recibir a los asistentes. En mi momento de reflexión cosmética, pienso que la gélida mañana -el clima mesetario es francamente hostil- le ayudará a retener la lozanía de su cutis.

Enseguida me siento con Laura -antes de que la acorralen los ponentes- para revisar las presentaciones de la plenaria, hay acentos y letras que se han ido de parranda. Desisto de ese abuso de mayúsculas incorregible, el contagio del inglés ha causado estragos en el castellano corporativo. Llamadme rara, pero soy quisquillosa con la ortografía.

Después intento acercarme a Ibán, ese hombre del Renacimiento que lo mismo te edita un vídeo que te diseña el estampado de una tabla de surf. Le necesito para una modificación en uno de los dos workshops, que debe esperar porque Heidi reivindica sus derechos: antes de que empiecen a llegar los primeros jefes de taller a la convención, Ibán tiene la misión de deshacer los entuertos de algún stand.

La app del evento me da la bienvenida y me avisa de que en 10 minutos empieza la plenaria. Empezamos ya, ¡yupi!

Cuando finaliza, la mitad de los asistentes presencia los workshops mientras la otra mitad pasea por el Market Place, y viceversa. Llega mi GMP (Gran Momento de Pánico): soy la resposable de controlar el clicker de uno de los workshops teatralizados. Agarro el guión y el diabólico artefacto y noto que me empiezan a temblar las manos. Tensión máxima, me horripila pensar que puedo equivocarme y ocasionar una catástrofe. Sin embargo, va todo bien. Y Jordi es tan majo que incluso me incluye públicamente en los agradecimientos, ahora soy una chica D!AS. Momentos como ese me hacen reconciliarme con la especie humana.

Durante uno de los workshops un fallo técnico desluce un poco la proyección, aunque no afecta al desarrollo del evento. Tampoco se le da mayor importancia, solo cunde el deseo de que se subsane para que no vuelva a suceder, glups.

Cuando damos por finalizada la primera jornada, se nos acerca Teo. Con su característico sentido común, opina que la digitalización de las acreditaciones es un sinsentido porque dificulta la aproximación a sus clientes en un evento así. «Si lleva colgado su nombre y en qué instalación trabaja en un tarjetón cara y dorso, no tengo que preguntarle cómo se llama si no me acuerdo». Y tiene razón. Tienes toda la razón, Teo.

Qué lujo, hasta nos queda un poco de tiempo para relajarnos un rato en el hotel antes de irnos todos juntos a cenar. Nos desplazamos en autocar al restaurante y mi vecino de asiento es un alemán con quien el diálogo se bloquea en medio nanosegundo: mi inglés es básico y él habla con un tremendo acento germánico. Suerte que en el restaurante El Pradal de San Sebastián de los Reyes comparto conversación y risas con las Nurias, Eva y Jordi. Qué a gusto se está con ellos.

Día 4 – ¡Socorro, la plana mayor!

Hay nervios, muchos nervios. Tras la primera jornada, que viene a ser como un ensayo con público de verdad, llega el auténtico día D, con la primera fila de asientos de la plenaria ocupada por la cúpula directiva y el aforo rebosante de gerentes. Éxito total y lluvia de felicitaciones. Enric está pletórico. Es más, el vídeo de introducción de la jornada les requetechifla tanto que nos piden que lo volvamos a proyectar tras el cierre de la tarde. Fabuloso subidón.

Poco a poco le pierdo el miedo a pulsar el clicker del workshop y acabo las dos sesiones exultante. Entre tanto, pequeño drama fashion: ¡cielos, se me ha roto la correa del bolso! Espero que mi zapatero de Barcelona pueda repararla.

Por la noche acudimos al restaurante Amarras de San Sebastián de los Reyes: el Barça juega contra nosequién y han montado una cena temática para ver el partido. No obstante se ha previsto una mesa para disidentes como yo y disfruto de la velada en compañía Óscar, Raúl, Teo, Marc, Loreto y Alba. Qué ricos platillos y qué agradable compañía.

Día 5 – This is the end

Nos despedimos del hotel con el cabello en modo estropajo: la economía de detalles de cortesía nos ha castigado a lavarnos el pelo sin champú ni suavizante durante cuatro días. Mucho zumo de naranja natural en el desayuno pero poca sintonía con los básicos de supervivencia para lucir pelazo. Nota marginal para el Hotel Rafael: por favor, incorporad champú en el set de las habitaciones en lugar de ese gel tipo Fairy.

Es el último día pero no podemos relajarnos, todavía queda una jornada de Market Place. La plenaria de la mañana vuelve a ser un éxito y comprobamos que los cuestionarios de satisfacción de los participantes nos están dando notaza. Alegría jubilosa.

Me despido de los workshops con sentimientos contradictorios. Por un lado es un alivio abandonar la responsabilidad del clicker, por otro me embarga cierta sensación de pérdida: estas últimas semanas hemos trabajado en sintonía y en un mismo equipo. Muy fan quienes han participado en la creación y la presentación de ambos workshops. Yo de mayor quiero presentar como Silvia.

En el cierre de la tarde se respira emoción. Seguimos cruzando los dedos para que nada se tuerza en el último momento, para que todo continúe funcionando como la seda, y así es.

¡Foto, foto! Mientras los técnicos van desmontándolo todo, nos disponemos, en hilera y a los pies de la megapantalla del evento, los mostacitas al completo, Miguel, el regidor de Sono, Jonathan, el asistente de Eva, y el equipo de comunicación de VGED, Bibi, Paula y Mar, la mejor interlocutora de todo el mundo mundial.

Verdaderamente, Network ha sido un Market Place fuera de serie.

 

Helena Sanz

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