Ojalá que llueva maná en el campo

Hoy he estado echando un vistazo a planes estratégicos de algunas empresas, bueno, a lo que publican por Internet, que no es mucho y que seguro estará desactualizado.  Pero me ha encantado el ejercicio, y me parece que hay mucho talento ahí afuera: propuestas infalibles, objetivos alcanzables, medibles, ambiciosos aunque realistas, innovadores y atractivos y teniendo en cuenta un amplio marco de coyuntura de mercado, social, etc.

Trabajar e investigar en procesos de comunicación y evolución de negocio me ayuda a conocer variables, procesos y compañías muy diferentes, y me gusta creer que cada vez estoy más cerca de entender por qué a veces funciona y otras no.

Hoy reflexiono sobre el paisaje, el ecosistema, el campo donde aterrizará esa estrategia. Me imagino ese plan estratégico cayendo del cielo en forma de maná, lanzado por los expertos y los directores desde su dirigible. Hablamos de un plan estratégico diseñado por los mejores, que a su talento y experiencia suman la amplitud de visión que les da verlo todo desde arriba, contemplando así el panorama completo.

Y pienso también en los objetivos con los que se lanza: la intención de que los empleados y los clientes los recojan, se alimenten y se nutran con las bondades de este maná estratégico.

Estoy segura además, de que los planes que mejor han funcionado son los que han tenido en cuenta la topografía del paisaje, las condiciones en que están las personas que lo recibirán y sus diferentes necesidades y aún así, voy un paso más allá.

¿Y si en lugar de ese maná de última generación lanzamos semillas estratégicas? Me imagino entonces que, con el tiempo y el esmerado cuidado de nuestros empleados, el ecosistema podría realmente transformarse y convertirse en un paraje florido y hermoso. Y productivo. Y sostenible.

En el que nuestros empleados no sólo reciben si no que alimentan y son parte activa del cambio, lo viven y lo disfrutan. Eso se refleja en clientes que perciben la ilusión y las atenciones de nuestros jardineros. Y resulta ser que los frutos que han tomado su tiempo de madurez y dedicación, están más ricos que los del invernadero de al lado. La relación con el cliente no es un punto de contacto único de intercambio de bienes y servicios, si no un proceso elaborado y duradero que tiene en cuenta que, todo esto, sin el cliente, no tiene sentido.

La diferencia entre el maná y las semillas, ¿verdad? Sí, las semillas son algo más complejas de diseñar, requieren más estudio del sustrato de la tierra, más formación e implicación de los empleados/jardineros, una relación con el cliente extendida en el tiempo y que no se limita al momento de recogida. Pero me parece que sigue mereciendo la pena, al fin y al cabo, lo que recoges, es lo que siembras, ¿no?

Eva Quesada

Piensa y construye planes estratégicos en Mostaza Comunicación

¿Jugamos?

Aprendí mis primeras palabras prohibidas jugando al beso, verdad o acción.  En ese momento solo me estimulaba estar con mis amigos y pasar un buen rato, y eso hacíamos, lo que no sabía es que en realidad estaba aprendiendo cosas que mis padres todavía no estaban dispuestos a enseñarme.

Más adelante llegó el Stratego. Para los que no estéis familiarizados con este juego os diré que la primera decisión que se tomaba condicionaba enormemente el desarrollo de la partida. La decisión era poner tus piezas en el tablero de forma estratégica. El objetivo era simplemente o capturar todas las piezas de tu oponente con posibilidad de movimiento o llegar y capturar primero la bandera. Todo dependía de tu destreza como estratega. La batalla estaba servida y durante el juego se vivían momentos de excitación,  de expectativas, frustración, de rabia, euforia, nervios, tensión, y un sinfín de emociones, en definitiva una experiencia única.

Y como no, el Monopoli, reservado para los días de lluvia, en los que por fin, nuestros padres nos permitían quedarnos horas y horas jugando. En este juego, lo mejor era ser la Banca ¿Y quién no quería serlo? Ser la banca suponía leer todas las tarjetas y entender los conceptos, estar pendiente de pagar cuando tocaba, contar el dinero, intercambiarlo, sumar, restar, multiplicar y dividir. La tarea no era fácil y suponía cierta concentración, sobretodo con la compra de casas y hoteles, hacer hipotecas y lidiar con los impuestos. Pero lo bueno de ser la banca era que tenías el poder.  El juego te pertenecía.

Volviendo hoy del GWC (Gamification World Congress) me permito hacer la reflexión de que aquellos juegos y sus propósitos de ser siguen vivos y debemos aplicarlos a nuestros sistemas de trabajo. Conocer y sentir la razón de ser de un juego es fundamental para acometer con éxito cualquier proyecto gamificado, haciéndolo correctamente conseguiremos provocar emociones y estímulos arrebatadores, despertaremos el poder de pertenencia y daremos un valor diferencial al viaje al que sometamos a nuestro viajero.

Desde Mostaza llevamos años gamificando proyectos para nuestros clientes, enfocados a estimular y motivar a los participantes para asimilar o interiorizar distintas cosas, desde KPI’s a evolución de negocio.  Quizá hasta hace poco,  las mecánicas, los elementos, la estética eran diferentes. Pero no importa porque el objetivo real de gamificar permanece intacto. Siempre ha sido el mismo y me reconforta haber vuelto del congreso más importante de Europa en Gamificación convencida de ello. ¡Seguiremos en esta línea!

Gamifiquemos y nunca, nunca, dejemos de jugar.

 

Mireia Moyá

Fan de los juegos que hacen sentir. Fan de los juegos que crean engagement

 

:o <3

Decía Albert Mehrabian, allá por 1967 que sólo el 7% de la comunicación interpersonal son las palabras, el 93% restante es la entonación, la velocidad, la emocionalidad, los gestos… la famosa y misteriosa comunicación no verbal.

Y ahora ¿qué? La mensajería instantánea como Whatsapp, Messenger o Viber, por nombrar algunas,  y redes sociales como Facebook o Twitter, nos convierten en ávidos lectores y prolíficos escritores. ¡Parece que nunca antes habíamos escrito y leído tanto!

No obstante en toda esa literatura, en la mayoría de los casos relacional e informal, el mensaje está descontextualizado y para transmitir nuestros pensamientos y emociones sólo contamos con ese 7% que decía Mehrabian. Si le añadimos la economía del lenguaje que se acorta palabra, ahorra vocales y elimina signos de puntuación, nos quedamos con un código bastante torpe y raquítico para poder expresarnos.

Así que démosle las gracias a Scott Fahlman, un profesor de Carnegie Mellon que para evitar un malentendido se le ocurrió en 1.982 que los dos puntos, el guión y el paréntesis indicaba una carita sonriente y por tanto, una broma. Y para que sus destinatarios lo entendieran sólo hizo falta una sencilla instrucción: : -) Léanlo de lado.

Y a partir de ahí, la cosa se disparó: según Emojitracker, un sitio que mide el uso en tiempo real de emoticonos en Twitter, se emplean alrededor de 300 por segundo en redes sociales y mensajería instantánea.

Los emoticones nos ayudan a revestir de intencionalidad y emoción a nuestra palabra escrita en comunicaciones digitales, tanto es así, que hasta empezamos a ver su uso en la escritura analógica, especialmente en los más jóvenes, cuando sólo disponen de papel y boli para expresarse, no se cortan un pelo y te dibujan un smiley al lado de un “tqm”, así, analógicamente hablando. Y no les falta razón; está comprobado que estos dibujitos traen los matices de la comunicación no verbal a la comunicación escrita y en diferido: una investigación publicada en Social Neuroscience y llevada a cabo por Owen Churches, psicólogo investigador en la Universidad de Flinder, Australia, determinó que ver un emoticono conocido y anteriormente interpretado, provoca una actividad cerebral muy similar a ver una cara real. Es la fuerza de la comunicación simbólica que ya conocemos desde los jeroglíficos egipcios, ahora en versión digital.

Para algunos esta moda es dañina ya que tiende a despersonalizar al individuo, uniformando nuestra emocionalidad al resumir toda una emoción compleja en un solo dibujo. Si el lenguaje representa al pensamiento y todos usamos el mismo código, podríamos caer todos en un pensamiento uniforme, según Jairo Valderrama, profesor de periodismo en la Universidad de la Sabana.

Entonces, ¿representan los emoticonos un empobrecimiento del lenguaje y por tanto del pensamiento, o estamos frente a una herramienta que nos ayuda a dar color y calor a nuestras comunicaciones interpersonales?

Mmmm… Depende de quien lea y quién escriba 😉

Eva Quesada

Analiza, gestiona, coordina, organiza, ejecuta e investiga para Mostaza

Parte 2: Transmedia, ¿Y qué más?

¿Cómo puede beneficiar a una empresa el Transmedia y porqué?

Salir. Como los evangelistas. Salir de la iglesia. Divulgar el mensaje entre creyentes y no creyentes. Convertir a los escépticos en nuevos adeptos. Fidelizar a los visitantes ocasionales. Salir. Abandonar la comodidad del escondrijo de la oficina. Aumentar la distancia entre el monitor y nuestro cuerpo. Rotar la silla hacia atrás. Salir por la puerta y observar. ¿Qué tendencia cala hondo entre mis compañeros humanos y humanas y cómo lo hace? ¿Qué medios utiliza? ¿Qué tono, con qué frecuencia, y quién lo esponsoriza?.

Volvamos a las religiones. Aprendamos de sus estrategias. Contemplemos la belleza de la simplicidad en la proliferación de su mensaje, de la diversificación de la palabra en mil canales, de sus tácticas probadas y tan antiguamente modernas. Todo empieza con un Best-seller en papel (hoy disponible en digital). Estampas y cromos coleccionables. Colgantes y pendientes. Fondos de pantalla. Financiación de arte y pintura de artistas famosos sobre variaciones sobre el mensaje. Espacios privados de reunión, de entrada gratuita. Eventos semanales de meditación sobre el mensaje. Atención personalizada semanal, íntima y secreta. Hospitales. Programas educativos. Programas de rehabilitación. Eventos temáticos. Eventos lúdicos. Esponsorización de acontecimientos locales, regionales, nacionales e internacionales. Prensa escrita. Prensa digital. Películas temáticas. Esponsorización de  canales de radio, televisión y audiovisuales de temas afines. Concursos de poesía. Bibliotecas. Universidades. Museos. Hostales y albergues. Inmobiliarias. Banca. Programas políticos.

Y sigue.  No hace falta que lleguemos a tanto, ni mucho menos. Pero pensemos en lo que hay en el corazón de su estrategia. Un solo mensaje. Un coro de personajes. Un coro de prescriptores. Una legión de fans combatientes que discuten con los detractores (como mínimo).

Claro, el mensaje importa. Todo lo que queremos comunicar tiene que tener algún interés compartido con la persona o grupo de personas a quien queremos comunicar. Pero comunicar, amigos, ya no es suficiente. Comunicamos todo el día. Somos animales comunicantes.  En la susodicha era de la información, informar, sin más, no es suficiente. No lo es si quieres movilizar a tu target hacia tu producto. Al grupo, hacia tu idea. Si quieres captar la atención. Si quieres que te crean, que te sigan, que te compren, tendrás que trabajar más. Salir de las vías por las que circula tu locomotora y seguir a pié, si hace falta, hasta donde está el target. Estudiar lo qué hace, lo que dice que hace, lo que le gusta y lo que dice que le gusta (son siempre cosas distintas). ¿Dónde puedo coincidir con ellos? ¿En qué momento mi mensaje puede calar hondo? ¿En qué formato adapto mi mensaje para que les quede bien cuando se lo prueben? ¿Es verdad que ahora todo tiene que tener una función lúdica, una propuesta de ocio?

(Sigue en parte 3)

 

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