Videollamadas que invitan a la confidencia. Que aceleran complicidades. Que abren soleadas rendijas por donde se cuelan la intimidad y la ternura. Que soslayan mascarillas y dibujan sonrisas sinceras.
Encuentros que emocionan. Que arropan sin abrazar. Que rebosan ilusión y cariño. Que salpican risas, chanzas y cotilleos.
Chats que albergan chácharas de pasillo. Que provocan carcajadas de patio de recreo. Que invitan a teclear con disimulo en videorreuniones aburridas, como cuando de peques nos pasábamos notas secretas con nuestr@ compi de pupitre.
Y un recuerdo-ilusión: desplazarme a Madrid por trabajo como quien viaja a Nueva York, con el bocata de calamares frente a Atocha como meta.
Helena