Crónica evento Group After Sales
Cuando la experiencia que ofreces también la disfrutas tú
Este año hemos vuelto a organizar la reunión anual de Group After Sales. ¡Nos encanta hacerlo! No solo porque es un proyecto apasionante, sino porque nos permite convivir unos días fuera de nuestro entorno habitual y estrechar vínculos: nada une tanto como las mil y una anécdotas compartidas.
Heidi y yo llegamos las primeras: ya que estamos, avanzamos nuestro Ouigo del sábado para pasear brevemente por Madrid. Depositamos el equipaje en nuestro hotel de San Sebastián de los Reyes y nos desplazamos en metro hasta Chueca, ¡viva! En una chocolatería de la calle León descubrimos que a los guiris no les gusta el chocolate a la taza patrio -espeso y reconfortante-, de modo que ofrecen una variedad sin maicena a la que llaman chocolate francés, que suena más glamuroso que chocolate líquido. Se adaptan a lo que buscan y esperan sus clientes. Y hacen bien.
El domingo empieza a montarse todo en Villa Laureana. Es fascinante cómo, a lo largo de las horas, su salón clásico pensado para bodas, bautizos y comuniones va transformándose en espacio sideral. Tod@s tenemos trabajo: Heidi, María y Marina cuidan de mil y un detalles, Iban y yo continuamos con la preparación de los materiales, lo que en mi caso incluye ayudar a mejorar cómo fluye alguna de las intervenciones. Al finalizar la jornada, cenamos en Ramen Kagura, que queda muy cerquita de nuestro hotel -creo que no hace falta que os explique su especialidad-. También se apunta Mar, quien después de tantas convenciones junt@s ya es una más. Entre bocado y bocado, nos echamos unas buenas risas.
El lunes todo toma su forma definitiva. Mientras el equipo técnico de Sono avanza en el montaje, se suceden los ensayos con l@s ponentes y Marta del Amo, la periodista experta en innovación que hilvanará las presentaciones. La tarde se desliza entre proyecciones, parlamentos y pruebas que se alargan hasta las ocho. Heidi y Carme cenan con el equipo de Group After Sales, l@s demás continuamos trabajando para que todo esté a punto. ¡Qué nervios!
Por fin llega el gran día. Amanece mientras l@s mostazas al completo llegamos a Villa Laureana. Enseguida me siento con Laura a revisar las presentaciones: algunos acentos habían salido de paseo y las letras más traviesas habían tropezado entre ellas. También grabamos un vídeo para las redes de Group After Sales con Enric y Marta charlando mientras toman sendos cafés, ese paradigmático ejemplo de una óptima experiencia de cliente.
Como, además de desarrollarse presencialmente, el evento se retransmite en directo, una maquilladora profesional va retocando a l@s ponentes. Las miradas de Betty Boop de Marta, Esther y las Nurias -alucinantes la americana y las deportivas fucsias de Nuria Visa- me provocan profunda admiración y tremenda envidia. Pon una maquilladora en tu vida.
Abrimos la plenaria, se acomodan l@s invitad@s y empezamos. ¡Luce todo tan bonito! Sin embargo, me noto la garganta irritada y entro en pánico ante un inminente ataque de tos. Salgo a la carrera con tanto ímpetu que tropiezo con un foco, ¡que no panda el cúnico! Una vez fuera y bien tosida, decido seguir el resto del evento por nuestra pantalla amiga de la sala de producción, mejor evitar riesgos.
La mañana discurre con mucho dinamismo y, cosas del directo, algún pequeño incidente que se solventa sobre la marcha y pasa desapercibido para el público asistente, que es lo que cuenta. En la pausa para el almuerzo se evidencian las ganas de conversar: la pandemia había forzado un prolongado paréntesis y hacía demasiado que no se celebraba una reunión tan multitudinaria.
La tarde fluye con agilidad y culmina con una reconfortante sensación de euforia compartida. Hay felicitaciones, risas, abrazos, fotos conjuntas y la certeza de que ha merecido la pena el mucho trabajo invertido: Heidi liderando el equipo, María ejerciendo nuestra particular versión de Mister Wolf -si se me permite la comparación con el personaje de “Pulp Fiction”-, Iban con su dominio gráfico y audiovisual, Marina apoyando a María y controlando la retrasmisión en directo, yo ayudando en la narrativa y Carme inspirándonos y acompañándonos a tod@s.
Acabar un evento como éste crea un vacío similar a cuando terminas una buena novela: cuando la trama está tan bien urdida que te engancha y además cierra con un final redondo, te invade una especie de transitoria orfandad.
Estamos tan agotad@s que avanzamos la cena de equipo a la hora de la merienda: cualquier franja horaria es buena para desgranar anécdotas, recordar vivencias y celebrar. Es el momento perfecto para hacerlo, al día siguiente regresamos a la normalidad: parafraseando a la histriónica celebridad televisiva, mañana más, pero no mejor porque es imposible.
Helena
Hilandera de relatos en Mostaza