La batalla online vs offline

Antes de las vacaciones en Mostaza nos propusimos conocer las tendencias digitales de las personas, sus hábitos a la hora de comprar online, su percepción de la tienda física y la evolución de todas estas variables en un entorno cambiante y digitalizado. Y no contentos con consultar las estadísticas de otros estudios, como nos van tanto los retos, decidimos poner en marcha nuestra propia consulta: la batalla online vs offline”.

Ya tenemos los resultados basados en las respuestas de 165 personas , una muestra muy interesante y bastante repartida por sexo, edades y hábitos que además, puedes consultar aquí.

Como jurado en “la batalla online vs offline decidimos contar con los más capacitados para decidir: nuestros ilustrísimos y queridísimos… consumidores y clientes.

¿A quién le otorgaron el triunfo? Pues esta es buena: ni online ni offline. Los propios jueces decidieron ponerse a sí mismos la corona de ganadores y nos dejaron claro que ellos son los reyes. Sí, ellos son los que mandan, y los canales digital o físico son meras herramientas que ellos utilizan en su propia conveniencia. De pasta de boniato nos hemos quedado, oiga.

En vista de los resultados, aquí va un planteamiento novedoso: estamos ante un cliente evolucionado, exigente, informado y que sabe que es lo más importante para el negocio.

Ahora en serio, no podemos seguir pensando que nuestro online y nuestro offline son dos silos aislados. Miran nuestra web y la de nuestros competidores. Comparan dos tiendas y tres webs y no sólo en caso de compras muy racionales o algún freaky aburrido… No, no, que lo hacemos casi todos y casi para todo. Y una vez sabemos todo lo que queremos, ya decidimos donde vamos y por qué, y no, no sólo se trata del precio.

Así es, el cliente es el rey online y en tienda. Y esto nos lleva a pensar que el Customer Centricity no puede ser un objetivo en sí mismo, sino un state-of-mind, una óptica necesaria desde la que diseñar la evolución de nuevas formas y procesos en todas las áreas de nuestro negocio. Por tanto, la estrategia de comunicación, de precios, de distribución debe ser estar orientada al cliente y además ser complementaria, integral y con múltiples puentes y atajos que les permitan cambios de carril y dirección entre online y offline. ¿Os acordáis del 360º? Pues ya no es para salir a buscar a nuestros clientes y que nos vean sea cual sea el medio que consumen. Ahora son ellos los que nos buscan, y en sus términos, en el momento en el que lo necesitan y por los canales que quieren. El 360º se transforma en algo más grande que se llama omnicanalidad, cambia de dirección y lo controlan nuestros clientes: ellos vienen hacia nosotros. Y nosotros debemos estar listos para satisfacerles en el momento y en la manera en que lo desean y, además, sorprenderles con algo mejor.

Por ejemplo: ¿sabéis que el 55% de los consumidores utilizan el móvil estando en la tienda física para comparar precios, buscar información sobre productos o recibir promos in store? Y el porcentaje sube al 82% entre los millenials.

Y nos han dicho más cosas, como que la diferencia entre hábitos por edades no es apenas significativa, así que todas las edades se lanzan por igual a la compra digital: el 94% de nuestros mayores de 50 años han comprado ocasionalmente, pero es que el 69% se consideran consumidores mixtos habituales. Y resulta que esto también lo corrobora el estudio de “El estado de la tienda física: 2017”[1]

Así que, ahora que todos nuestros clientes son reyes y linces, no nos puede sorprender que hayan integrado la omnicanalidad y el Customer Centricity antes, incluso, que algunos de nuestros empleados.

Gracias clientes y consumidores por dibujar el nuevo mapa, prometemos estar a la altura y ofreceros la agilidad y proactividad que nos estáis pidiendo.

Eva Quesada

 

 

[1] “El estado de la tienda física: 2017” Estudio de Mood Media basado en la encuesta realizada por YouGov a más de 11.000 consumidores en nueve países, incluyendo España, con 1.022 encuestados.

El storytelling no nació ayer

A Hildegard von Bingen sus padres la regalaron a la iglesia como diezmo cuando tenía ocho años –cosas que pasan cuando eres la benjamina de diez hermanos y en casa son heavy users de los sacramentos-. Así tuvo más libertad que si le hubieran organizado un matrimonio de conveniencia: en el siglo XII las mujeres tenían tantos derechos como los tapices o los clavicordios.

Pero, ¿quién dijo miedo? Cuando cumplió los 40 se hizo pública la Hildegard visionaria y sus profecías estremecieron a la sociedad de la época. Otra en su lugar hubiera acabado en la hoguera, sin embargo ella sintonizó el signo de los tiempos y se envolvió con el manto de la obediencia: yo solo escribo y dibujo lo que me dicta Dios, soy su humilde sierva. La mística Hildegard sabía modular el mensaje para conectar con el mundo que la rodeaba a través de las emociones.

No, el storytelling no nació ayer. Tampoco en la Baja Edad Media, sino hace miles de años. Fue en la época de las cavernas, cuando las mujeres recolectoras y cuidadoras dibujaban bisontes para explicar a sus cachorros que los hombres cazadores se habían ido por ahí a por algo para la cena.

– Pedrito, cómete el mamut, que tiene muchas vitaminas.

– ¿Vitaqué? Bah, soy vegetariano y solo tomo bayas.

– Pues es una pena porque así no podrás trotar por las praderas, ni levantar una triste lanza de sílex.

– ¿En serio?

– Mira, te voy a contar cómo cazaron los muchachos el almuerzo del domingo.

– Vale, pero con dibujos, ¿eh?

Cuando mis hijas eran pequeñas rendíamos homenaje a este storytelling doméstico casi a diario. Ahora que son adolescentes, lo hemos evolucionado a storydoing para intentar involucrarlas en las actividades familiares.

El storytelling forma parte de nuestra naturaleza. Surgió en la primera reunión alrededor de la hoguera, cuando aquel primer humano quiso liderar la tribu: sedujo a sus oyentes con un relato hechizante y, sin saberlo, inventó el sentimiento de pertenencia. Luego le tomarían el relevo trovadores y juglares, dramaturgos y comediógrafos, oradores y charlatanes, guionistas y publicistas. Así hasta hoy, porque lo que capta nuestra atención, nos conmueve y nos mueve es la emoción. Desde siempre.

 

Helena Sanz

Piensa y escribe en Mostaza