La primavera no está en cuarentena

Desde hace 12 días, como muchos, estoy en casa, ese lugar al que regresamos cada día después de una larga jornada de trabajo, donde nos sentimos a gusto, disfrutamos de nuestra familia, de los amigos, de la lectura, de la tranquilidad.

Ese lugar que abandonamos cada día temprano por la mañana y que nos recibe con calidez al atardecer, cuando llegamos cansados después de un intenso día, con el tiempo justo de preparar la cena, hacer los deberes y descansar para volver a empezar temprano al día siguiente.

Y llega el viernes y hacemos planes para el fin de semana, planes que nos llevan a pasar tiempo fuera, a disfrutar de todo lo que nos ofrece el exterior: naturaleza, restaurantes, cine, teatro,…

Y a menudo pienso que debería parar, que me gustaría pasar más tiempo en casa, tumbarme a leer tranquilamente, descansar en el sofá, preparar un tarta de chocolate, escribir, compartir la cena con amigos,…

Y de repente, sucede, llevo ya dos semanas en casa y, a pesar de considerarme afortunada, no puedo evitar sentirme un poco angustiada, atrapada en un mundo un tanto irreal. Me sigo levantando temprano y retirándome a descansar al atardecer, con un lapso de tiempo intermedio que pasa y desaparece, día tras día, de forma imperceptible.

Y sucede como si cada día fuera igual que el anterior, igual al siguiente. Siento como si estuviera flotando en el espacio interestelar, en una nave, mi casa, que nos aísla y nos protege de los males que nos acechan en el exterior.

Me obligo a mantener el orden, a regirme con un horario que intercala comidas y reuniones, reuniones que se suceden un tras otra transportándome por el espacio a otras casas, a otras naves con humanos como yo, que sobreviven en esta especie de no tiempo, entrando y saliendo de una sala virtual a otra, dejándonos llevar, flotando en el universo google, de un grupo de hangsout a otro, de un tema al siguiente, de propuesta en propuesta, de oportunidad a oportunidad. Resulta imposible parar.

Y de repente anochece y sientes que un nuevo día se desvanece, que queda un día menos para regresar a la tierra, para volver a sentir el aire en tu piel, para recorrer por las calles de tu ciudad y respirar el aire puro y sumergirte en la primavera, que no se ha olvidado de llegar para recordarnos el regalo de vivir, la suerte que tenemos de poder pasear, compartir caricias, sentir la brisa del mar.

Carme