Grandes movilizadoras que nos inspiran

Aunque sus padres ya la habían apalabrado en matrimonio en una Edad Media bastante hostil con las mujeres, Juana de Arco tenía otros planes. Aquella rebelde niña campesina supo contagiar la fortaleza de sus convicciones a todo un ejército que compartió su propósito y le dio un vuelco a la Guerra de los 100 años.

Una mañana de diciembre de 1955, Rosa Parks se sentía muy cansada, no tanto físicamente -que también- como de ser tratada como una ciudadana de tercera. De modo que, cuando el conductor del autobús en el que se desplazaba la conminó a ceder su asiento a un pasajero caucásico, se negó –enough is enough, cantarían tres lustros más tarde Donna Summer y Barbra Streisand-. Y con esa exhibición de serena y firme asertividad, encendió una oleada de indignación que un año más tarde desembocaría en el fin de la segregación racial en los autobuses estadounidenses, la chispa que prendió la llama del movimiento pro derechos civiles.

Hastiada de que los adultos hicieran poco o nada para luchar contra la crisis climática, la adolescente Greta Thunberg decidió plantarse cada semana ante el parlamento sueco. La particular sentada que ella bautizó como Fridays for Future se desbordó en multitud de adhesiones y hoy por hoy cuenta con unos siete millones de seguidores en todo el mundo.

En Mostaza hoy hemos querido rendir nuestro particular homenaje a Juana, Rosa, Greta y a tantas otras mujeres anónimas que, desde su modesto día a día, no solo hacen que el mundo sea un poco mejor, sino que saben transmitir y expandir su potente energía transformadora

Feliz 8 de marzo a todas y todos.

¿Fidelizar a los clientes? No les hace falta

 

“Tendremos que poner su equipaje de mano en bodega, no hay espacio en cabina” me dice con tono apático una azafata antes de subir al vuelo Barcelona-Ibiza. Me repite exactamente la misma frase, esta vez otra azafata, en el vuelo de vuelta. En ambos trayectos, tan solo los pasajeros con embarque Priority pueden poner su equipaje de mano en cabina. El resto, que somos la mayoría, en bodega. En ambos trayectos compruebo los compartimentos superiores del avión para corroborar lo sospechado, están desiertos. Mi desconcierto es total.

Pero sigamos. En el viaje de ida, mi maleta llega rota. Cuando me dispongo a poner una reclamación in situ, en el mostrador de que dispone la aerolínea en cuestión, la chica que me atiende me aconseja que reclame por Internet porque “la compañía es muy digital”, afirma convencida. En el viaje de vuelta, el avión despega dos horas tarde y cuando por fin llegamos a Barcelona, la maletas −como sabéis, la mía rota en el viaje de ida−tardan, nada más ni nada menos, que una hora y trece minutos en aparecer por la cinta de recogida de equipaje.

Aunque esta es la experiencia más reciente que he tenido, debo confesar que en pasados viajes tuve problemas similares y también pensé lo mismo: nunca más. Pero siempre vuelvo. Cada vez que viajo en avión, ya sea para una mini escapada o para las vacaciones de verano, opto por aerolíneaslow cost. En el momento de planificar el viaje, estás de subidón, todo te parece mejor de lo que es y cuando en la pantalla del ordenador ves ese vuelo de las doce la noche en el que tan solo quedan 6 asientos a un precio de 49,99€, te lanzas a él. Y luego te das de bruces con la realidad. Y la historia se repite, año tras año.

Pero como sé que no soy la única que tropieza con la misma piedra, no una ni dos veces, sino varias, comparto con vosotros algunas de las reflexiones que me vinieron a la cabeza en la larga espera ante la cinta de recogida de equipaje:

  • El precio sí importa, depende de para quién y de qué: Estaremos todos de acuerdo en que no es lo mismo comprar un billete de avión Barcelona–Ibiza que adquirir una hipoteca. Por este motivo, en sectores que ofrecen productos/servicios basados en ciclos de vida cortos, en los que las compras se realizan de forma más o menos impulsiva y recurrente, solemos buscar el precio más económico por encima de un trato exquisito o de un servicio con valor añadido. En estos casos parece que fidelizar no siempre es el súmmum. En el lado opuesto encontramos a sectores que ofrecen productos/servicios con ciclos de vida largos, caracterizados por compras puntuales y con un sentido más racional, en los que priorizamos asumir un coste mayor por los beneficios que supone contar con compañías sólidas que ofrecen garantías, seguridad y atención excelente.
  • Si tu core business no es Internet, tu compañía no puede ser “solo” digital: Aunque compramos los billetes de avión por Internet, el principal contacto con la aerolínea suele establecerse con los empleados, ya sean los situados en las oficinas que dicha compañía tiene en los aeropuertos como los auxiliares de vuelo. Y por muy digitalizado que tengas tu negocio, el cliente debe poder solucionar cualquier problema en todos los canales que tiene disponibles la compañía. Y sí, el mostrador de los aeropuertos es uno de ellos, porque si no, ¿para qué están?
  • Experiencia de cliente, ¿eso qué es?: Quizás han oído hablar de ello, quizás no saben ni por dónde empezar o quizás tienen miles de planes de acción encima de la mesa y los utilizan como pisapapeles. Sea como sea, si algún día de estos, entre los cambios y cancelaciones de vuelos varios, la huelga de controladores aéreos y el intervalo de tiempo que existe entre que el avión aterriza y las maletas aparecen por la cinta de recogida, dedican unos minutos a reflexionar acerca de ese concepto, antaño llamado experiencia de cliente, ahora “customer journey”, tengo algunos aspectos en mente que creo deberían mejorar en pro de los clientes.

 Ah no, que no les hace falta.

 

Marina Garcia

Marketing and Communication en Nexe the Way of Change

 

Cinco días de Market Place

Día 1 – Aterrizaje

Eva me convoca en el aeropuerto a las 10:30 h. Como de costumbre, yo llego antes de la hora convenida y ella tarde. Así que hago tiempo en “La Dehesa de Santa María”, donde me tomo un correcto café con leche, aunque me niego a ingerir nada más ante los escandalosos precios. ¿Acaso han curado el jamón aireándolo con un abanico de plumas? ¿Tal vez la fruta de los zumos ha sido recolectada al alba mientras un cuarteto de cuerda ejecutaba una pieza de Bach? Misterios del escandallo del retail de los aeropuertos.

El breve trayecto desde Barajas hasta La Quinta de Jarama se convierte en una road movie gracias al navegador del coche de alquiler, que sin duda está patrocinado por la Comunidad de Madrid con el afán de animar a descubrir los recovecos de la M-50. Con lo fácil que hubiera sido pillarnos un taxi. En fin.

La tarde discurre a toda máquina. Según avanzan los trabajos de carpintería y electricidad, el escenario del evento se va perfilando. Los mostacitas tomamos posiciones conforme vamos llegando: Heidi el día previo, Eva y yo a mediodía, por la tarde las Mireias y Sara, al anochecer Ibán y Laura.

El gran momento, ¡cha-chán!, llega con las primeras pruebas de la megapantalla panorámica de leds. ¿Que cuándo cenamos? Ni se sabe, hay que ir adaptándose al ritmo del montaje.

Día 2 – Cuenta atrás

En los hoteles siempre duermo fatal: la cama me resulta extraña, los ruidos se me cuelan por los entresijos del sueño y, justo cuando consigo pasar del duermevela al sopor profundo, suena el despertador, ¡flop! Ducha rápida y desayuno completo, el día será largo.

Durante la jornada le van creciendo stands al recinto de La Quinta. Es fascinante cómo se superponen plafones, vinilos y monitores hasta crear un espacio expositivo atómico, anejo a la sala donde se desarrollarán la plenaria y los workshops: el encuentro de posventa de este año es un triplete y nos faltan manos para terminarlo todo.

Se van sucediendo los ensayos y se continúan ajustando las pantallas, los discursos, las proyecciones. La iluminación, el sonido, la disposición del mobiliario. Es un no parar. También hay que reforzar el sistema eléctrico con un generador: el consumo energético es piramidal.

Hay cambios de último minuto. Pedro, que tiene secuestrada a Laura para modificar su ponencia, quiere añadir algún plano nuevo a su cortinilla de presentación, así que Ibán llama a Edu, que está en Barcelona, para que lo busque en alta resolución y se lo pase. Viva la digitalización.

Las horas pasan volando y acabamos cenando en el McDonald’s de al lado del hotel, es tarde y nos puede el agotamiento. Mireia no había pisado ninguno en toda su vida y se pone en modo niña de “El exorcista” en cuanto sabe que nos dirigimos allí. “Esto con Xavi no pasaba”, razona Edu por teléfono cuando le confiesa el sacrilegio. Sí, es nuestra primera convención sin Xavi -está de viaje por el mundo en su retiro dorado- y le echamos de menos, snif.

Día 3 – El gran estreno

Todo está a punto para la primera de las tres jornadas de Market Place. Cuando llego con el equipo de organización y el de contenidos -el de producción ya estaba allí-, observo a Sara apostada en la entrada, dispuesta a recibir a los asistentes. En mi momento de reflexión cosmética, pienso que la gélida mañana -el clima mesetario es francamente hostil- le ayudará a retener la lozanía de su cutis.

Enseguida me siento con Laura -antes de que la acorralen los ponentes- para revisar las presentaciones de la plenaria, hay acentos y letras que se han ido de parranda. Desisto de ese abuso de mayúsculas incorregible, el contagio del inglés ha causado estragos en el castellano corporativo. Llamadme rara, pero soy quisquillosa con la ortografía.

Después intento acercarme a Ibán, ese hombre del Renacimiento que lo mismo te edita un vídeo que te diseña el estampado de una tabla de surf. Le necesito para una modificación en uno de los dos workshops, que debe esperar porque Heidi reivindica sus derechos: antes de que empiecen a llegar los primeros jefes de taller a la convención, Ibán tiene la misión de deshacer los entuertos de algún stand.

La app del evento me da la bienvenida y me avisa de que en 10 minutos empieza la plenaria. Empezamos ya, ¡yupi!

Cuando finaliza, la mitad de los asistentes presencia los workshops mientras la otra mitad pasea por el Market Place, y viceversa. Llega mi GMP (Gran Momento de Pánico): soy la resposable de controlar el clicker de uno de los workshops teatralizados. Agarro el guión y el diabólico artefacto y noto que me empiezan a temblar las manos. Tensión máxima, me horripila pensar que puedo equivocarme y ocasionar una catástrofe. Sin embargo, va todo bien. Y Jordi es tan majo que incluso me incluye públicamente en los agradecimientos, ahora soy una chica D!AS. Momentos como ese me hacen reconciliarme con la especie humana.

Durante uno de los workshops un fallo técnico desluce un poco la proyección, aunque no afecta al desarrollo del evento. Tampoco se le da mayor importancia, solo cunde el deseo de que se subsane para que no vuelva a suceder, glups.

Cuando damos por finalizada la primera jornada, se nos acerca Teo. Con su característico sentido común, opina que la digitalización de las acreditaciones es un sinsentido porque dificulta la aproximación a sus clientes en un evento así. “Si lleva colgado su nombre y en qué instalación trabaja en un tarjetón cara y dorso, no tengo que preguntarle cómo se llama si no me acuerdo”. Y tiene razón. Tienes toda la razón, Teo.

Qué lujo, hasta nos queda un poco de tiempo para relajarnos un rato en el hotel antes de irnos todos juntos a cenar. Nos desplazamos en autocar al restaurante y mi vecino de asiento es un alemán con quien el diálogo se bloquea en medio nanosegundo: mi inglés es básico y él habla con un tremendo acento germánico. Suerte que en el restaurante El Pradal de San Sebastián de los Reyes comparto conversación y risas con las Nurias, Eva y Jordi. Qué a gusto se está con ellos.

Día 4 – ¡Socorro, la plana mayor!

Hay nervios, muchos nervios. Tras la primera jornada, que viene a ser como un ensayo con público de verdad, llega el auténtico día D, con la primera fila de asientos de la plenaria ocupada por la cúpula directiva y el aforo rebosante de gerentes. Éxito total y lluvia de felicitaciones. Enric está pletórico. Es más, el vídeo de introducción de la jornada les requetechifla tanto que nos piden que lo volvamos a proyectar tras el cierre de la tarde. Fabuloso subidón.

Poco a poco le pierdo el miedo a pulsar el clicker del workshop y acabo las dos sesiones exultante. Entre tanto, pequeño drama fashion: ¡cielos, se me ha roto la correa del bolso! Espero que mi zapatero de Barcelona pueda repararla.

Por la noche acudimos al restaurante Amarras de San Sebastián de los Reyes: el Barça juega contra nosequién y han montado una cena temática para ver el partido. No obstante se ha previsto una mesa para disidentes como yo y disfruto de la velada en compañía Óscar, Raúl, Teo, Marc, Loreto y Alba. Qué ricos platillos y qué agradable compañía.

Día 5 – This is the end

Nos despedimos del hotel con el cabello en modo estropajo: la economía de detalles de cortesía nos ha castigado a lavarnos el pelo sin champú ni suavizante durante cuatro días. Mucho zumo de naranja natural en el desayuno pero poca sintonía con los básicos de supervivencia para lucir pelazo. Nota marginal para el Hotel Rafael: por favor, incorporad champú en el set de las habitaciones en lugar de ese gel tipo Fairy.

Es el último día pero no podemos relajarnos, todavía queda una jornada de Market Place. La plenaria de la mañana vuelve a ser un éxito y comprobamos que los cuestionarios de satisfacción de los participantes nos están dando notaza. Alegría jubilosa.

Me despido de los workshops con sentimientos contradictorios. Por un lado es un alivio abandonar la responsabilidad del clicker, por otro me embarga cierta sensación de pérdida: estas últimas semanas hemos trabajado en sintonía y en un mismo equipo. Muy fan quienes han participado en la creación y la presentación de ambos workshops. Yo de mayor quiero presentar como Silvia.

En el cierre de la tarde se respira emoción. Seguimos cruzando los dedos para que nada se tuerza en el último momento, para que todo continúe funcionando como la seda, y así es.

¡Foto, foto! Mientras los técnicos van desmontándolo todo, nos disponemos, en hilera y a los pies de la megapantalla del evento, los mostacitas al completo, Miguel, el regidor de Sono, Jonathan, el asistente de Eva, y el equipo de comunicación de VGED, Bibi, Paula y Mar, la mejor interlocutora de todo el mundo mundial.

Verdaderamente, Network ha sido un Market Place fuera de serie.

 

Helena Sanz

Piensa y escribe en Mostaza

La batalla online vs offline

Antes de las vacaciones en Mostaza nos propusimos conocer las tendencias digitales de las personas, sus hábitos a la hora de comprar online, su percepción de la tienda física y la evolución de todas estas variables en un entorno cambiante y digitalizado. Y no contentos con consultar las estadísticas de otros estudios, como nos van tanto los retos, decidimos poner en marcha nuestra propia consulta: la batalla online vs offline”.

Ya tenemos los resultados basados en las respuestas de 165 personas , una muestra muy interesante y bastante repartida por sexo, edades y hábitos que además, puedes consultar aquí.

Como jurado en “la batalla online vs offline decidimos contar con los más capacitados para decidir: nuestros ilustrísimos y queridísimos… consumidores y clientes.

¿A quién le otorgaron el triunfo? Pues esta es buena: ni online ni offline. Los propios jueces decidieron ponerse a sí mismos la corona de ganadores y nos dejaron claro que ellos son los reyes. Sí, ellos son los que mandan, y los canales digital o físico son meras herramientas que ellos utilizan en su propia conveniencia. De pasta de boniato nos hemos quedado, oiga.

En vista de los resultados, aquí va un planteamiento novedoso: estamos ante un cliente evolucionado, exigente, informado y que sabe que es lo más importante para el negocio.

Ahora en serio, no podemos seguir pensando que nuestro online y nuestro offline son dos silos aislados. Miran nuestra web y la de nuestros competidores. Comparan dos tiendas y tres webs y no sólo en caso de compras muy racionales o algún freaky aburrido… No, no, que lo hacemos casi todos y casi para todo. Y una vez sabemos todo lo que queremos, ya decidimos donde vamos y por qué, y no, no sólo se trata del precio.

Así es, el cliente es el rey online y en tienda. Y esto nos lleva a pensar que el Customer Centricity no puede ser un objetivo en sí mismo, sino un state-of-mind, una óptica necesaria desde la que diseñar la evolución de nuevas formas y procesos en todas las áreas de nuestro negocio. Por tanto, la estrategia de comunicación, de precios, de distribución debe ser estar orientada al cliente y además ser complementaria, integral y con múltiples puentes y atajos que les permitan cambios de carril y dirección entre online y offline. ¿Os acordáis del 360º? Pues ya no es para salir a buscar a nuestros clientes y que nos vean sea cual sea el medio que consumen. Ahora son ellos los que nos buscan, y en sus términos, en el momento en el que lo necesitan y por los canales que quieren. El 360º se transforma en algo más grande que se llama omnicanalidad, cambia de dirección y lo controlan nuestros clientes: ellos vienen hacia nosotros. Y nosotros debemos estar listos para satisfacerles en el momento y en la manera en que lo desean y, además, sorprenderles con algo mejor.

Por ejemplo: ¿sabéis que el 55% de los consumidores utilizan el móvil estando en la tienda física para comparar precios, buscar información sobre productos o recibir promos in store? Y el porcentaje sube al 82% entre los millenials.

Y nos han dicho más cosas, como que la diferencia entre hábitos por edades no es apenas significativa, así que todas las edades se lanzan por igual a la compra digital: el 94% de nuestros mayores de 50 años han comprado ocasionalmente, pero es que el 69% se consideran consumidores mixtos habituales. Y resulta que esto también lo corrobora el estudio de “El estado de la tienda física: 2017”[1]

Así que, ahora que todos nuestros clientes son reyes y linces, no nos puede sorprender que hayan integrado la omnicanalidad y el Customer Centricity antes, incluso, que algunos de nuestros empleados.

Gracias clientes y consumidores por dibujar el nuevo mapa, prometemos estar a la altura y ofreceros la agilidad y proactividad que nos estáis pidiendo.

Eva Quesada

 

 

[1] “El estado de la tienda física: 2017” Estudio de Mood Media basado en la encuesta realizada por YouGov a más de 11.000 consumidores en nueve países, incluyendo España, con 1.022 encuestados.

Recetas con Mostaza

Hoy inauguramos una nueva sección de carácter mensual. Desde hoy y hasta el mes de diciembre, nos comprometemos a publicar una receta al mes. Todas con Mostaza, claro.

Aquí está la de enero. No podía ser más adecuada.

Twitter, el espejo de los eventos.

Trabajar en los #PremiosOndas que se celebraron la pasada semana, me dio la oportunidad de constatar una vez más que twitter se ha convertido en una herramienta indiscutible para aumentar la visibilidad y repercusión de los eventos.

Twittear se ha convertido en una norma más para entrar en cualquier conferencia, evento o similar, y no debemos tomar esta postura como una falta de educación, sino más bien como un aumento del valor de esas exposiciones, aportando sensaciones, preguntas, comentarios, archivos audiovisuales, etc., como una nueva manera de enriquecer un evento.

Es muy importante que los organizadores creen un hastag específico para el evento, de manera que sea mucho más fácil encontrar las conversaciones alrededor del mismo. Normalmente, lo que mejor funciona es utilizar las siglas y año de tu evento. Por eso nosotros, probamos con #Ondas2016.Esto nos dio la posibilidad de interactuar a tiempo real con nuestra comunidad, antes, durante y después de evento.

Y eso que suele ser así con el twitter tradicional aumenta de manera exponencial cuando hablamos de sus aplicaciones.

Para un evento como los #PremiosOndas, el Periscope, que ya utilizamos el pasado año, es ideal porque permite hacer partícipes de la experiencia a los miembros de nuestra comunidad que pueden subirse en el coche con su artista favorito, escuchar en directo el chiste de los presentadores o asistir a una conversación entre los diferentes miembros del equipo de uno de los programas premiados. Twitter nos hace de altavoz y convierte un evento al que pueden acudir unas 2.000 personas, en un evento que viven tantas personas como queramos (en función de la comunidad) y que pueden llegar a ser millones.

Pero, sin duda, la gran revelación de este año ha sido el Twitter Challeger, una app que suele instalarse en un ipad tuneado en forma de espejo y que nos permite hacer fotos, videos y gifts y firmarlos o personalizarlos con emoticonos. La app es fácil y rápida de utilizar y fue un complemento para explicar a nuestros seguidores lo que ocurría en el backstage. Con esto ampliamos la experiencia de los asistentes y les dimos a nuestros seguidores otro punto de vista de la gala. ¡Todo un éxito!!!

Aunque el éxito no sólo radica en la utilización de las herramientas, sino en el hecho de que se utilizaron dentro de un plan de comunicación. Y es que así debe ser en este evento y en cualquier otro, independientemente de si hablamos de una gala, de una conferencia o de una convención. Las herramientas son maravillosas, pero no tiene ningún sentido aplicarlas sin directriz.

A estas alturas, las marcas tienen perfectamente claro el potencial que tienen los canales sociales para transmitir a los fans o seguidores su esencia y su filosofía, sólo falta que lo incluyan dentro de sus planes de comunicación y que tengan claro que, en los eventos, las redes sociales son un factor clave.

 

Heidi Güells

Observa, relaciona, conversa, escucha, interactúa…para Mostaza Comunicación

De Promoters y cuentos de hadas.

Érase una vez una niña que fue al parque temático Disney con su muñeca favorita a la que paseó por todas las atracciones y con la que jugaba sin parar, presentándosela a todos sus queridos personajes. Pero de repente, en un descuido, la muñeca se le cayó tras una verja y fue a dar a un charco de barro.

Cuando el empleado del Parque recogió la muñeca, estaba hecha un desastre, así que le dieron un baño, le cambiaron de ropa, le hicieron un nuevo peinado e incluso le sacaron fotos con otras muñecas de Disney antes de devolvérsela a la niña. “Pura magia”, es como describió la madre de la niña la vuelta a casa de la muñeca.

Esa devoción por un trabajo bien hecho tiene su recompensa. ¿Qué te ha sugerido la historia cuando la has leído? ¿Cómo crees que influye este hecho en la percepción de marca del Parque Disney? ¿Cuántos centímetros medía la sonrisa de las madres de la escuela de la niña, cuando ésta les contó la anécdota? ¿Cómo impactan esos centímetros en los resultados de negocio del Parque?

Lo más llamativo de este final de cuento de hadas, no es lo que ocurrió. Si no lo que no ocurrió. El empleado de jardines del parque temático no entró en pánico, no escaló el problema a sus responsables buscando una solución, ni consultó un protocolo de actuación en casos de emergencia de niñas que lloran por que se les estropea su muñeca preferida. Simplemente entendió y aplicó la visión de la compañía:

“…ofrecer una experiencia perfecta “mágica” para sus clientes en todas sus operaciones -parques temáticos, hoteles, tiendas, restaurantes, etc.- como objetivo primordial- “[1]

Cómo se consigue transmitir la misión y la cultura de una organización desde el “laboratorio de ideas” de las oficinas centrales hasta el empleado de jardinería no es fácil. Estamos hablando de crear un camino tan fuerte que no se debilite en toda la cadena que supone una gran organización. Y desde luego, no hay atajos para crear una conexión emocional con cada cliente: en pocas ocasiones el promotor de esas emociones es quien va a transmitírselas al cliente en primera línea.

Necesitamos crear un ambiente en el que esa conexión emocional se refuerce y se empodere según se va expandiendo en todos los ámbitos de la compañía. Que los empleados se vinculen y sientan que “me importa mi empresa, por que a mi empresa le importo yo”, es un win to win, en el que todas las piezas de compañía comparten un bien común, que es el que guía la actuación de todos los implicados.

Ese es un camino que muchas compañías desean tomar, comenzando por entender la relación directa que existe entre el NPS (Net Promoter Score) y el NPP (Net Promoter for People, vaya, el NPS de los empleados). No es fácil, hay obstáculos en el camino generalmente derivados de la falta de estructuras y canales de comunicación, pérdida de entusiasmo a lo largo de un proceso que es largo, falta de empuje e impaciencia por parte de los líderes del proyecto… Pero el impacto en el negocio de una buena combinación de NPP y NPS es tan elevado, que merece la pena intentarlo.

En Mostaza tenemos mucha experiencia ayudando a grandes empresas a transitar este camino a través de la comunicación interna. Se lo puedes preguntar a nuestros clientes, que están encantados de explicar sus experiencias con nosotros, ¡tenemos un NPS muy alto!

Pero, si de verdad te interesa saber qué podemos hacer por tu compañía, llámanos, estaremos encantados de devolverte la ilusión de tu muñeca preferida y os acompañaremos en el camino al éxito.

Eva Quesada.

Inspirada por los resultados de los proyectos que desarrollamos aquí, en Mostaza.

 

[1] https://thebrandholics.wordpress.com/2014/11/19/mision-vision-y-valores-de-disney/

 

Regreso al futuro

:o <3

Decía Albert Mehrabian, allá por 1967 que sólo el 7% de la comunicación interpersonal son las palabras, el 93% restante es la entonación, la velocidad, la emocionalidad, los gestos… la famosa y misteriosa comunicación no verbal.

Y ahora ¿qué? La mensajería instantánea como Whatsapp, Messenger o Viber, por nombrar algunas,  y redes sociales como Facebook o Twitter, nos convierten en ávidos lectores y prolíficos escritores. ¡Parece que nunca antes habíamos escrito y leído tanto!

No obstante en toda esa literatura, en la mayoría de los casos relacional e informal, el mensaje está descontextualizado y para transmitir nuestros pensamientos y emociones sólo contamos con ese 7% que decía Mehrabian. Si le añadimos la economía del lenguaje que se acorta palabra, ahorra vocales y elimina signos de puntuación, nos quedamos con un código bastante torpe y raquítico para poder expresarnos.

Así que démosle las gracias a Scott Fahlman, un profesor de Carnegie Mellon que para evitar un malentendido se le ocurrió en 1.982 que los dos puntos, el guión y el paréntesis indicaba una carita sonriente y por tanto, una broma. Y para que sus destinatarios lo entendieran sólo hizo falta una sencilla instrucción: : -) Léanlo de lado.

Y a partir de ahí, la cosa se disparó: según Emojitracker, un sitio que mide el uso en tiempo real de emoticonos en Twitter, se emplean alrededor de 300 por segundo en redes sociales y mensajería instantánea.

Los emoticones nos ayudan a revestir de intencionalidad y emoción a nuestra palabra escrita en comunicaciones digitales, tanto es así, que hasta empezamos a ver su uso en la escritura analógica, especialmente en los más jóvenes, cuando sólo disponen de papel y boli para expresarse, no se cortan un pelo y te dibujan un smiley al lado de un “tqm”, así, analógicamente hablando. Y no les falta razón; está comprobado que estos dibujitos traen los matices de la comunicación no verbal a la comunicación escrita y en diferido: una investigación publicada en Social Neuroscience y llevada a cabo por Owen Churches, psicólogo investigador en la Universidad de Flinder, Australia, determinó que ver un emoticono conocido y anteriormente interpretado, provoca una actividad cerebral muy similar a ver una cara real. Es la fuerza de la comunicación simbólica que ya conocemos desde los jeroglíficos egipcios, ahora en versión digital.

Para algunos esta moda es dañina ya que tiende a despersonalizar al individuo, uniformando nuestra emocionalidad al resumir toda una emoción compleja en un solo dibujo. Si el lenguaje representa al pensamiento y todos usamos el mismo código, podríamos caer todos en un pensamiento uniforme, según Jairo Valderrama, profesor de periodismo en la Universidad de la Sabana.

Entonces, ¿representan los emoticonos un empobrecimiento del lenguaje y por tanto del pensamiento, o estamos frente a una herramienta que nos ayuda a dar color y calor a nuestras comunicaciones interpersonales?

Mmmm… Depende de quien lea y quién escriba 😉

Eva Quesada

Analiza, gestiona, coordina, organiza, ejecuta e investiga para Mostaza

La digitalización me cambió la vida

Hace unos años mi teletrabajo hubiera sido implanteable. Escarbo en mi memoria y me visualizo, en una multinacional de publicidad de cuyo nombre no quiero acordarme, encadenada a una mesa. Se fomentaba lo que ahora viene en llamarse “hora nalga”, es decir, la permanencia -¿fosilización?- en el puesto de trabajo –aparca tu vida a la entrada, por favor- y la fusión con el escritorio para calentar la silla hasta avanzada la noche, al margen de que las neuronas estuvieran en modo hibernación. Abundaban también las reuniones absurdas e ineficientes por sistema y la deshumanización –entendida como pérdida de la cordura y el sentido común- ad nauseam. Definitivamente, cualquier tiempo pasado fue peor.

Cuando el entorno empezó a evolucionar, descubrí que la digitalización podía ayudar -¡y cómo!- a recuperar la humanidad de mi día a día laboral. Empecé a prestar mis servicios a personas –grandes personas- que, oh sorpresa, me valoraban por mis resultados. Les bastaba con que cumpliera con el objetivo y el plazo de entrega acordados y que permaneciera a un clic de disponibilidad, cómo me organizaba era cosa mía. Había alcanzado -¡por fin!- la mayoría de edad profesional. Porque una de las maravillosas novedades que han aportado las nuevas tecnologías, los dispositivos móviles, la colaboración en red, es La Gran Conciliación. Así, con mayúsculas: nunca antes tuvimos tan a nuestro alcance la posibilidad de conjugar el deber con el placer, la obligación con la pasión, la pervivencia con la vida. Por no hablar de la pulverización de las fronteras y la emoción del descubrimiento cuando compruebas, fascinada, que tienes más en común con una bloguera neozelandesa que con tus vecinos de rellano.

Adiós, tribu. Hola, mundo.

Aunque nací analógica, lo cierto es que me relaciono de manera digital con el trabajo, las compras familiares –alimentación, ocio, cultura-, la información, la planificación de mis viajes y la gestión de todo aquello que puede mejorar el desarrollo de mis hijas. No sin mi Mac. No sin esa cautivadora, gratificante y enriquecedora digitalización que me cambió la vida. Por supuesto, a mejor.

 

Helena Sanz

Piensa y escribe en Mostaza

 

Transmedia, ¿Y qué más? (parte 1)

De tanto usar la palabra Transmedia y usarla mal – es una estrategia, no un objetivo -, parece que está perdiendo el punch o fuerza, pero sólo la palabra, afortunadamente. Como estrategia, el concepto no hace más que evolucionar y sofisticarse. No podría ser de otra manera. Llevamos más de 1.000 años de experiencia en transmedia.  Una estrategia que se demuestra cada día más útil gracias a la proliferación de medios y dispositivos de comunicación al alcance de la práctica totalidad del planeta.  

Los que rondamos la cuarentena de años entendemos instintivamente qué es una estrategia transmedia. Hollywood nos ha educado desde pequeños. Recordamos con una sonrisa tierna nuestras espadas láser de plástico verde o rojo – sintiendo los colores del lado de la Fuerza- o nuestro primer Ringtone “Teléfono Mi Casa” de E.T. Leímos todos los libros del Hobbit, El Señor de los Anillos y el Simarilión,  o asistimos fascinados y disfrazados a las Convenciones anuales de Trekkies  (Star Trek).

¿Qué estábamos haciendo? Cuando la familia nos regalaba una reproducción a escala 1:100 de la nave Enterprise, o cuando nos enfundábamos el traje de Chewaka o coleccionábamos los cromos de El Señor de los Anillos, para el descanso de nuestros padres parecía que brincábamos alejados de la sobremesa familiar. Pero estaba ocurriendo algo mucho más complejo. Nuestros recreos bebían de las historias que conocíamos de las sagas de aventuras, multiplicándose y enriqueciéndose gracias a nuestras dinámicas de juego. Hacíamos nuestras las historias. Las asimilábamos, entendíamos su contenido y lo aumentábamos. Replicábamos patrones y conductas de nuestros personajes favoritos y, de postre, marcas como Playmates Toy o Mattel entraban en casa.

Ocurría también que nos enganchábamos. Vimos la primera película de Star Wars. Leímos el cómic. Coleccionamos los cromos. Reconocíamos la banda sonora. Y volvíamos a la segunda película. Y a la tercera. Y a la cuarta. Y a la quinta. Y la sexta. Cumplidos los cuarenta, hace pocos meses pagué para ver la séptima. ¿Qué tienen estas películas? ¿Acaso son muy buenas? ¿Están tan bien interpretadas tanto la primera como la última? ¿Representan lo mejor del género de Ciencia Ficción hoy por hoy, del arte cinematográfico? No, no y no. Fílmicamente hablando, los académicos valoran mucho más otras películas como “Alien”, “Blade Runner”, “Dune” o “The Martian”.  La diferencia, como ya sabéis, está en la diversificación de contenidos autónomos que entretejen una misma historia. La archimencionada transmedia. Con ese truco antiguo, conquistaron nuestra imaginación, y seguimos interesados.

Puede ser que no te des por aludido o aludida.  Que nunca hayas encontrado tiempo para perder leyendo el Hobbit.  Pero si tienes más de treinta años, seguramente no tuviste otra opción que ver los Diez Mandamientos en el único canal de TV que compartíamos en los años 70 y 80.  Tal vez te consideres menos mainstream y menos vintage, y a ti lo que te va es la cultura. Tal vez has visitado la Capilla Sixtina – o la Sagrada Familia entre semana, supercool!-.  Puede que tampoco te interesen ni Roma ni Barcelona.  Pero para ti Papá Noel viste de rojo (gracias a Coca-cola y su transmedia)1 o tienes una Biblia en casa o la tuviste.  Una inmensa mayoría de los españoles celebramos las Navidades delante de un Pesebre y llevamos a nuestros hijos a la cabalgata de los Reyes Magos. ¿Te suena? Una historia. Muchos personajes.  Muchos formatos. Muchos canales.  Un mismo mensaje. Ahora entendemos de qué hablamos cuando hablamos de transmedia.

¿Pretendemos que las empresas imiten a los maestros del Storytelling; A la iglesia católica? Si. Y que lo hagan usando una estrategia transmedia. ¿Cómo puede beneficiar a una empresa el transmedia y porqué? (Próximamente parte 2).

Júlia Canosa

Mis adorables smombies