Offtherecord

Último sprint antes de las vacaciones

Después de la pandemia, quien más quien menos está deseando salir a ver mundo en cuanto surge la ocasión, incluso para ir a Sevilla a 40°C. Mis amigas más viajeras me advierten de que los vuelos están sufriendo retrasos de dos a tres horas. Eso, y mi creciente aversión a desplazarme por los cielos, me impulsan a preferir el tren de alta velocidad.

Me llego a la estación de Sants en metro y me planto en el coche 30 alborozada. Sin embargo, por más que busco el asiento 10C, no lo encuentro. Tres vagones más allá doy, por fin, con un empleado de Adif que, antes de que yo abra la boca, me advierte de que solo es un técnico, y luego no da crédito a lo que le cuento. Así que se acerca a cerciorarse de que, efectivamente, en el coche 30 la numeración finaliza en la fila 9. “Quien se fue a Sevilla, perdió su silla”, comenta jocosamente Olga en el chat de Mostaza.

Cuando ya estamos en marcha, otro señor con pinta de desfacer entuertos observa un folio como si se tratara de una analítica para valorar los triglicéridos y me anuncia, solemne, que me corresponden el asiento 9A o el 9B, de modo que me instalo en ambos, compartiendo mesa con dos abuelas sevillanas. Sus pinreles de dedos tentaculares, su cháchara incombustible y sus víveres salpicamigas se desparraman por mis aledaños durante las cinco horas y media de trayecto.

Ya en la estación de Santa Justa, taxi al hotel, de allí a picar algo con Albert y Xavi, mis compis de Sunomono, y enseguida a la cama, que al día siguiente hay que madrugar.

Llegamos a la imponente Oficina Store CaixaBank de la calle Sierpes poco después de las siete y media de la mañana: hay que habilitar el set de grabación que estamos montando en todas las localizaciones. El proyecto, confeccionar un relato colectivo que refleje cómo se vive la cultura corporativa, nos permite conocer a personas tan interesantes como Álvaro, que responde a cada pregunta con precisión y afabilidad, Ana, que se estrena como trainer de cultura, Fran, que nos esconde su acento de Almería, o Daniel, que se ha desplazado desde Adeje, Tenerife.

Entrevistamos también a Raúl, que compagina dos trabajos, el que desempeña en su oficina y el de deportista de fútbol playa profesional, a Paco, que nos recomienda dónde comprar un buen aceite de Jaén -es tan majo que telefonea a su proveedor habitual sobre la marcha-, y a Esther, cuya vida está tan íntimamente ligada a la entidad que hace tres años se tatuó la emblemática estrella de Miró cerca del corazón. Es un dibujo pequeñito, con un mínimo perfil trazado en negro, que atesora una preciosa historia detrás.

Sofía, que ha viajado desde Fuerteventura para acudir a nuestra cita, lleva tan interiorizado el atributo del que le ha tocado hablar, agilidad, que resuelve con soltura un pequeño percance indumentario: se le suelta una costura antes de la grabación y, ni corta ni perezosa, entra en un Zara maleta en mano y enseguida sale de allí con el complemento ideal a su estiloso outfit ya puesto. Nacida para brillar.

En cuanto acabamos, vamos con el tiempo justo para saltar de la calle Sierpes a la estación de tren, sin apenas tiempo para comer. Suerte que Adrià, nuestro conseguidor favorito, nos ha agasajado durante la mañana con cositas ricas de la renombrada confitería La Campana: ensaimadas de crema, esponjosos bollos, suizos de york y queso… Qué felicidad.

No puedo permitirme perder el AVE que me lleva de vuelta a Barcelona porque debo llegar a tiempo a la cena de verano de Grupo Nexe. Suerte que mi marido, que es un sol, me recoge en la estación, me deposita en el Port Olímpic y se lleva mi bolsa de mano, tampoco es cuestión de que la noche me confunda y mi portátil se quede extraviado por ahí.

Es extraño aparecer a medio evento, es como presentarse de la nada en la fiesta loca de un bodorrio. Aunque llego hecha unos zorros y agotada, Txell y Paula me reciben con cariño y me miman -esa gamba atrapada al vuelo para entregármela cual ofrenda-, y el Mediterráneo acaricia conversaciones y risas hasta la medianoche.

Ya falta menos para las vacaciones. Para reponer fuerzas y regresar. Impetuos@s e imparables, como las olas del mar.

Helena

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