Somos una especie narrativa. Nos encantan los relatos desde que nos bajamos del árbol y empezamos a reunirnos para compartir confidencias alrededor del fuego, forma parte de nuestra naturaleza locuaz y discursiva. De hecho, preferimos una buena historia, suculenta, bien urdida y repleta de detalles adictivos, a una descripción objetiva de la realidad -así nos va, aunque ese es otro tema-.

 

Por eso nos gusta tanto nuestro trabajo. Como especialistas en comunicación movilizadora, nos encanta hilar narrativas capaces de entusiasmar, emocionar, ¡enamorar! Y para ello siempre nos encomendamos a las divinidades de nuestro particular templo de admiración -que no adoración-, esas personalidades icónicas de la movilización que, desde aquella primera tribu que supo organizarse para vivir de manera colaborativa, han impulsado cada nuevo avance de la humanidad. Porque las grandes transformaciones se materializan cuando las personas las adoptamos y las hacemos nuestras, y eso depende de cómo las vivimos y cómo nos las cuentan.

Lo sabía bien Enheduanna, toda una celebridad en la antigua Mesopotamia. Suma sacerdotisa, usó las tablillas de barro para algo más que para documentar compraventas: es la primera autora conocida y, en consecuencia, una de las primeras personas en contar con seguidoras y seguidores gracias a sus habilidades comunicativas.

 

Federico II de Prusia también fue plenamente consciente de la necesidad de sumar adeptos para que prosperara una verdadera revolución: la aceptación de la patata como alimento. Gracias a una ocurrente estrategia de comunicación, quizás uno de los primeros teasers de la historia, supo despertar el interés por ese diabólico tubérculo americano -¡cielos, no aparecía en la biblia!-. ¡Y cómo! Hoy la dieta alemana no se entendería sin las kartoffen.

Enheduanna y Federico no son los únicos ídolos de nuestro altar. Hay más. Durante las próximas semanas iremos compartiendo nuestro particular homenaje a esos personajes paradigmáticos de la movilización que nos estimulan e inspiran a diario por su atrevimiento, su locura y su pasión.